Hoy es viernes, fin de mes y principio del resto del año y he decidido no mirar a esas noticias que son las de siempre y dedicarme a pensar por mí mismo.
Ni las borricadas venezolanas, ni ese afán electoral gubernamental patrio por, ahora, sacar a concurso 31.000 plazas públicas, o la desvergüenza de que ya esté en la calle el único pujolín que estaba de veraneo en una cárcel a medida, tras sólo un par de meses de los dos años y medio que debería cumplir. NI siquiera voy a tocar los patinazos de ayer de los políticos (en esto voy a hacer como el PSOE que prefiere olvidar las icetadas).
Voy a dedicar estas líneas a tres ilustres medidas que me siguen faltando y van a seguir haciéndolo porque esas, a los políticos actuales no hay quien se las coloque.
Las voy a enumerar y a recapacitar sobre ellas.
La primera, es lo de quitar los “miles” de aforamientos actuales que tienen “protegidos” a una serie de sinvergüenzas que en cualquier país civilizado estarían dando cuentas de sus desmanes frente a unas leyes iguales para todos… de verdad. Aquí no, aquí el aforamiento es una patente de corso que vale para todo y a veces me da la impresión que cada vez somos menos los que estamos bajo el imperio de la ley y las más de las veces, faltos de justicia.
La segunda, (sólo lo es por usar de un orden para nombrarlas, pero las tres son igual de importantes), es esa entelequia llamada “listas abiertas”, esas donde podrías elegir a los candidatos según su valía, y no tener que tragarte a unos pocos, o unos muchos, sinvergüenzas amparados en unas siglas y que en esa lista sólo llevan a un par de referentes medio razonables. Con esto, se obligaría a que cada uno de los que se presentan, se lo tuvieran que currar, ir a ver a la gente de su barrio y comprometerse con ellos pero dando la cara, y no ser simplemente corifeos levantadedos simplemente para cobrar.
La tercera, y esta ya, en este país va a sonar a chiste, es la de libertad de voto, que cada persona electa pueda mantener sus principios (si los tiene) sin necesidad de demostrar continuamente esa afección al líder y no hacer de esa levantada votacional de dedo algo automático. Dejar que cada cual piense por sí mismo… esto a los partidos actuales le da ardores.
Ya puestos, en la búsqueda de ese paraíso electoral, por qué no pedir que los mandatos “en todas las elecciones, en todos los campos electorales” se limiten, por ejemplo, a dos legislaturas o que se les exija a los aspirantes un mínimo de educación y de responsabilidad.
Con estas medidas, no se arreglarían todos los problemas, pero al menos sabríamos de qué va cada cual, se establecerían las responsabilidades ‘ad personam’, no se esconderían los elegidos tras las siglas de un partido, y a la vez ese partido se vería libre de tener que vigilar a su grey.
Naturalmente, con esto, no van a tragar los actuales vividores de la política, que no sólo viven ellos, sino que además colocan y sitúan a familiares y amiguetes con unos sueldazos estupendos y sin necesidad de mérito alguno.
Voy a dejar esto, es en realidad un sueño irrealizable, y aunque dijo el señor Calderón, “los sueños, sueños son”, siempre tenemos derecho a tener alguno, por lejano e irrealizable que parezca o sea.
Para despedirme, hasta el lunes, hoy han empezado a desmontar la barandilla de la puerta de la Catedral para dejar paso y montar esa rampa pinturera que van a poner para las Cofradías. Que no nos pase ná.
Hasta el lunes. Pepeprado